No hables...
que tus labios sólo se abran para besarme;
no digas nada...
que tu lengua no articule palabra,
que sólo salga de su cálida cueva
para provocarme placer.
Abre tus brazos y recógeme en ellos,
aprieta tanto que me hagas daño con tu abrazo,
que sienta tu cadena de huesos en mi espalda
que me sienta prisionera de tu piel.
Mueve tus dedos,
acaricia mi rostro
y sumerge tus yemas en mi cabello,
baja por el cuello y busca mis pechos;
te esperan, te desean, están hambrientos.
No sigas, aún no, detente en estos relieves,
saborea la visión y el gusto,
no sigas… espera un segundo
anticipando el placer,
que llega
ya llega
un poco más tarde.
Aún hay tiempo,
queda tiempo.
El tiempo es nuestro.
4 comentarios:
Esas pausas cuando el placer se aproxima, lo aumentan.
Me parece genial que pidas tiempo.
El tiempo, ese placer próximo y lejano.
Placer, simplemente placer…
…¿…
Saludos de J.M. Ojeda.
Que bello escribe, Alafia. Veo que te pasa igual que a mí, pues tampoco puedo vivir sin escribir. Gracias mil por visitar mi blog. Te visitaré de vez en cuando.
Un abrazo.
¿De qué sirven las palabras cuando la piel vibra de esa manera? Siempre tendremos tiempo para eso. Besos,
V.
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